Los pacientes son personas que están dispuestas a cambiar. Y eso es lo que hace que lo cambie todo.


Adolescentes (A partir de los 12 años)

Si hay una edad a la que debemos prestar una especial atención es la adolescencia, etapa de transición de la infancia a la vida adulta. La adolescencia es, a menudo, la edad de aparición de los principales conflictos psicológicos. Mi labor profesional se centra en orientar y asesorar a los adolescente y a sus familiares, prevenir aquellos trastornos de frecuente aparición en esta etapa y ofrecer la intervención clínica necesaria en cada caso.

Algunos de los problemas que pueden vivir los adolescentes son:

Trastornos de ansiedad (crisis de angustia, miedo ante los exámenes, obsesiones, fobia social, fobia escolar), trastornos del comportamiento y de adaptación social (déficit de atención, impulsividad, comportamiento desafiante, desobediencia, amenazas, insultos, agresividad), trastornos por abuso de sustancias (cánnabis, alcohol..) u otras adicciones (videojuegos, redes sociales, apuestas) trastornos del sueño, trastornos de la conducta alimentaria (anorexia, bulimia, trastornos por atracón). También pueden vivir conflictos en las relaciones familiares, en la esfera académica o en la esfera social.

Otros problemas que pueden presentar son: mentiras, absentismo o fracaso escolar, falta de motivación, pobre auto concepto, falta de competencia social, sentimiento de inadecuación, perfeccionismo, desconfianza y suspicacia excesivas o aislamiento…


Jóvenes

El sufrimiento y los conflictos emocionales pertenecen a la naturaleza humana y se dan en todas las etapas evolutivas. Mi labor con los jóvenes se centra en determinar los factores personales y ambientales que pueden tener fuerte influencia en el origen y mantenimiento de los trastornos psicológicos, así como en las estrategias que favorezcan la adaptación personal y la reducción o eliminación de estos trastornos.

Algunos de los problemas que pueden tener los jóvenes son:

Ansiedad (crisis de angustia, ansiedad ante los exámenes, miedo a conducir, miedo a los lugares cerrados, a hablar en público, a las relaciones sociales), estrés postraumático (tras accidente, catástrofe, violación), trastorno obsesivo-compulsivo, adicciones (a drogas u otros comportamientos, como el sexo, las compras o las redes sociales), disforia de género, dificultad en el control de impulsos (agresividad, violencia, juego patológico), trastornos de la conducta alimentaria (anorexia, bulimia, fobia a la comida), trastornos del estado de ánimo (depresión, trastorno bipolar), hipocondría o creencia de tener una enfermedad grave, trastornos sexuales (disfunción erectil, vaginismo…), trastornos de personalidad (obsesivo, límite, dependiente). Problemas de pareja (comunicación, celos, agresividad, miedos) y problemas de relación interpersonal: familiar, laboral o social.